CRÉEME, ESTOY MINTIENDO: Capítulo IV, por Ángeles Sánchez – Febrero 2013




COCKTAIL MOLOTOV DE SEXO, DISPAROS Y OTRAS DROGAS.


Era la primera vez que rompía las reglas dentro del nuevo régimen. Javi había traído una botella (nada más y nada menos) de tequila. Seguramente comprada en algún mercado negro que en ese momento desconocía.
Javi se había convertido en un gran amigo. Cosa que jamás hubiera imaginado. En el último mes, el primero de reclusión en el Gran Núcleo  habíamos pasado todo el tiempo posible juntos. Me consolaba mucho tenerle cerca y empezaba a ver que detrás de esa imagen de Casanova había un gran corazón. Me apenaba pensar que en cualquier otra circunstancia jamás hubiera conocido esa parte de su persona. Con él era fácil ser yo misma, era fácil no querer gritar o si quería hacerlo, podía pues Javi jamás me reprimía. Podía llorar también. Era todo fantástico. Llegó a ser muy importante para mí en muy poco tiempo, aunque quizá, por miedo en muchas ocasiones, yo no quería aceptarlo.
Esa noche ambos bebíamos chupitos en mi habitación mientras hablábamos de todo un poco y de nada en general. Recuerdo que solía quedarme mirando fijamente durante largos ratos a sus enormes ojos azules. Me transmitían mucha sinceridad y en ocasiones, lo que su voz no se atrevía a decir. Sabía que una parte de él aun me deseaba gracias a la intensidad con la que su mirada me recorría. Y empezaba a no molestarme esa situación. De hecho, de algún modo, empezaba a desearle yo a él también. No es que comenzara a gustarme como pareja ni nada por el estilo. Pero en determinadas ocasiones un fuego crecía en mi interior que no me dejaba más opción que la de maravillarme con sus músculos, sus ojos y su sensual voz.
Javi era realmente atractivo: su pelo oscuro alborotado, sus ojos azul intenso que hacían de su mirada un mundo de intriga y provocación, su curtido cuerpo. El roce contra su piel en un abrazo era lo suficientemente devastador en mí como para provocar una reacción en cadena que comenzaba en mi piel y terminaba en mis entrañas. Impresionante.
En ese momento, tenía su rostro a menos de veinte centímetros de mi. Estábamos tirados en la cama, mareados por el alcohol y sin apenas hablar, pues ya poco de lo que conseguíamos decir tenía sentido. Con uno de sus fuertes brazos me recogía hacia él en un gesto totalmente abrumador mientras me acariciaba el antebrazo con esas manos tan suaves. El alcohol, la adrenalina de estar rompiendo las normas y él estaban tan presentes en mi cabeza, que no dudé ni un solo momento al lanzarme sobre su cuerpo. Quedando sentada a horcajadas sobre su estomago.
- ¿Qué estás haciendo?
- No lo sé, de verdad que no, pero sí que sé lo que quiero. Y ahora lo que quiero es a ti. - Dije. La ebriedad me hace ser así de sincera y directa. -
- ¿En serio?- La expresión que apareció en su cara, en sus fracciones me dejó claro que él quería lo mismo.
El brillo de sus ojos mirándome fijamente fue...¡uff!, no puedo describirlo. Todo mi cuerpo se contrajo al unísono. Incluso creo que mi corazón, durante unos segundos, dejó de latir. Así que muy despacio me fui acercando a sus finos labios, que entonces se encontraban curvados en una media sonrisa expectante. ¡Dios, como disfruté de ese pequeño momento! El primer contacto, tan fresco y cálido al mismo tiempo.



¡Uff!, me despierto de la cama del que ha sido mi "hogar" durante los últimos seis meses totalmente desubicada  Todo ha sido tan rápido. La tormenta en diciembre. La proclama de Jara en Enero. La llegada al gran núcleo en febrero y en abril mi "muerte" figurada de cara a los perros. Seis meses tan largos y cortos como jamás hubiera imaginado encerrada en los sótanos de una antigua fábrica, formando parte de la reyerta oculta que se está congregando para atacar. Cada día llegan personas nuevas, somos unas doscientas aquí abajo, pero hay muchas más escondidas por otros lugares. Rafa, el hijo de los Ginés, es quien está encargando de la comunicación entre unos y otros. Por su puesto privilegiado puede hacer lo que le dé la gana, salir y entrar al Gran Núcleo cada vez que quiera. Al final sí que era cierto que es sobrino de Jara.
En cuanto a mí, aún no tengo nada claro que es lo que se supone que tengo que hacer. Me han enseñado a disparar varios tipos de armas de fuego. Todos los días me obligan a entrenar mi cuerpo físicamente durante horas en "el gimnasio" si es que se le puede llamar así. Tengo el culo tan duro que si Javi lo viera le daba un ataque... casi tan duro como el suyo. Además, también he aprendido a camuflarme, a crear granadas, a pelear con palos y por si fuera poco Kiko está empeñado en convertirme en algo así como una licenciada de la estrategia  No puedo decir que me queje en absoluto de todo esto. De hecho me siento cada día más poderosa...y sexy. Pero tengo ganas de que me manden a hacer lo que sea que tenga que hacer para que me traigan a Ana y a Javi. Después de seis meses es en todo lo que puedo pensar. Me aterra el pensar cómo lo estarán pasando, si habrá corrido el rumor de mi muerte con los perros o si sólo piensan que estoy desaparecida (lo cual es casi peor).
Me sorprende el asalto de Kiko en mi habitación en plena noche por que la pesadilla que estaba teniendo era aterradora.
Soñaba con que era la única que podía acabar con el dominio de Jara y que para ello tenía que matar a Mario, y que él tenía órdenes explicitas de matarme. Le miré a los ojos y ya no sentía nada por él. Sólo odio. Notaba como el mismo odio recorría todos sus nervios. Aferraba en su mano una pistola con la cual me apuntaba directamente a la cabeza. Y yo estoba indefensa a su merced.
La puerta se abre justo cuando en mi sueño el disparo de mi muerte se produce e instintivamente salto en posición de ataque. Kiko se da un buen susto y después me mira totalmente impresionado y se echa a reír.
- ¿Qué haces aquí a estas horas joder? ¡Qué susto me has dado!... Tu primera misión, pequeña.
- ¿Qué? ¿Ahora? No jod...
- ¿Quieres recuperar a tus amigos o no?
- Sí...eh… claro.
- Bien, tienes que acompañar a unos cuantos. Lo que hoy vais a hacer es relativamente fácil. Sólo tenéis que entrar en el depósito del Gran Núcleo y conseguir varias jeringas de insulina.
- ¿De qué?
- Insulina, pequeña, Insulina. Para la diabetes.
- ¿Y para qué...?
- No necesito darte explicación alguna de para qué o quién la necesita. Tú simplemente haz lo que te digo. ¿Entendido?
- Emm...
- ¿Entendido? - Esta vez levanta la voz una octava y mis oídos adormilados protestan.
- Sí, vale, sí. Lo he entendido. Ir al depósito y conseguir insulina. ¿Cómo lo hacemos?
- Ya te lo explicarán ellos. Te esperan en la puerta del mercado. ¡Rápido!
Cuando llego a las puertas veo a un grupo de unas siete personas, a las cuales sólo conozco de vista, esperándome con cara de malhumorados. Todos van vestidos con la ropa de los perros. Uno de ellos, el que tiene pinta de ser el cabecilla, me señala un montón de ropa apilada en el suelo. Sin decir nada me la pongo. Y cuando estoy lista inician la marcha apenas sin hablar. No sé por qué, pero no parecen muy contentos de que les acompañe. Hay un par de chicas a las que intento acercarme, sin embargo pronto me doy cuenta de que ellas están igual de descontentas que el resto.
- Mira no sé qué estás haciendo aquí, ni por qué Kiko te manda con nosotros, pero si por tu culpa nos pillan, juro que si no te matan ellos lo haré yo misma. - Esto ya es demasiado para mí, llevo mucho tiempo controlando mis nervios y mi carácter.
- Tranquila gatita, esconde las uñas y preocúpate porque no te pillen a ti, porque entonces yo no tendré la clemencia suficiente para matarte...-¡Oh…! ¿Eso lo he dicho yo?...
Justo cuando ella empieza a cuadrarse de hombros y yo a acojonarme el tío que tiene pinta de cabecilla se acerca y nos separa de una forma muy convincente y sin mediar palabra. La verdad que el tío tiene cara de rata. Continuamos hasta llegar a los túneles del metro por donde accedemos a la red más fácil para atravesar la ciudad sin ser vistos.
El alba está empezando a despuntar cuando volvemos a los túneles con la insulina. La verdad es que ha sido un trabajo realmente fácil en el que no he tenido que hacer nada. Cuando creo que ya llevamos más de la mitad del camino de vuelta recorrido escuchamos voces a la izquierda. Todos sacan armas de sus uniformes. Yo no tengo ninguna. ¿Qué esperaban, que me defienda lanzando piedras? Empiezan a sonar disparos desde todas partes, los túneles se iluminan discontinuamente y oigo a varias personas gritar y caer. Una de ellas es la chica con la que he tenido el altercado. El grupo se deshace y yo me quedo bloqueada sin saber hacia dónde correr. Los perros empiezan a aparecer de todas partes, estamos acorralados. Me lanzo al suelo y le robo la pistola a la chica que parece estar agonizando pues una bala le ha alcanzado en el estomago. Disparo un par de veces hacia donde creo que es adelante. Y oigo gritos. He acertado. Me levanto muy deprisa y veo que por detrás tengo a tres perros y sólo uno por delante. Dos de mis compañeros están heridos en el suelo, la chica y el cara de rata. Uno parece estar muerto. El resto ha salido corriendo antes de que nos rodearan. Disparo un par de veces al que tengo delante pero no consigo darle. El de la cara de rata está intentando erguirse en vano, pero no ha soltado la pistola y ha podido dar a dos de los perros. ¡Madre mía!... Empiezo a ver una solución, si consigo darle a uno de ellos podré salir corriendo hacia el lado opuesto, pero no me da tiempo. Una granada suena y lanza contra la pared al perro que tenía detrás. La chica empieza a gritar como una loca, cuando la miro veo que un trozo de metralla se le ha incrustado en el pecho. Busco a cara de rata, pero ha desaparecido. Creo que la granada la ha lanzado él y ha aprovechado para salir por patas. Por lo que sólo quedamos uno de los perros y yo. Como no hay mucha luz no lo veo venir y el perro me lanza algo así como una patada voladora haciendo que mi arma sale volando por los aires y tirándome al suelo. Otra vez estoy al borde de la muerte. ¡¡¡Joder!!! ¿De verdad Kiko pensaba que yo podría hacer algo contra los malditos bulldogs éstos? Creo que el perro no sabe exactamente donde he caído porque durante unos instantes no pasa nada. Entonces lanza una bengala y veo un arma que tengo a menos de dos palmos y le veo a él. Él me ve. ¡¡¡MALDITA SEA MI MALA SUERTE!!! Nos miramos fijamente, y yo, como en mi sueño, estoy totalmente desarmada a merced de mi oponente mientras él me apunta con una pistola directamente a la cabeza. Pero al contrario que en mi sueño no quiero, no voy a morir hoy. Giro sobre mi cuerpo para poder alcanzar la pistola al mismo tiempo que él dispara la suya. ¡¡¡Mario me ha disparado!!! Cuando consigo alcanzar mi objetivo lo agarro con fuera y le apunto directamente al corazón. Estoy muerta de miedo, de nervios y de ansiedad y él lo nota.
- ¿Vas a dispararme Angy? ¿A mí?
- Joder, igual que tú has hecho.- Le digo sin poder evitar elevar mi voz al tono que solo los perros pueden oír. Nunca mejor pensado.
- ¿Podrás vivir con ello? ¿Podrás vivir sabiendo que me has matado? ¡Venga ya! Sabes que no. - Es ese tono de arrogancia el que me aporta todo el valor que necesito.
Sin pensarlo dos veces le apunto al muslo y disparo, sólo tengo unos segundos para salir corriendo por delante de sus narices. Lo oigo gritar y gemir. ¡Joder, le he disparado! Fin de la bonita historia de amor que jamás tuvo lugar. Fin de todo. Me odia y ahora con más motivos.

 
Continúo corriendo por un buen rato hasta que por fin me choco contra el tío con cara de rata. Por lo menos él sabe cómo llegar a la fábrica. Cuando lo hacemos me doy cuenta de que no tengo ni puñetera idea de dónde está la insulina y que eso va a cabrear mucho a Kiko. "Lo que hoy vais a hacer es relativamente fácil" Imito su voz en mi cabeza... ¡¡¡LOS COJONES FÁCIL!!!


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