LA LETRA Y LA MÚSICA: Un soplo más en el viento, por Eva Sion – Marzo 2012









Una sábado más… o un sábado menos… ¿Quién lo sabe?... Ya todo me da igual porque un vacío inmenso se ha apoderado de mí y estoy cansada de intentar llenarlo con los sucedáneos de la alineación intelectual inconformista… ¡Maldita sea!... ¿Cuántos caminos debo recorrer para que me consideren una mujer con todo lo que ello significa?...
Siempre es lo mismo y en todos los rincones oscuros me encuentro con el idéntico rostro demacrado de la injusticia y la hipocresía…  Veamos, señor político, ¿cuántos oídos necesita para poder escuchar a la gente?, ¿cuántos muertos para darse cuenta del error de su economía de hambre?, ¿o cuántas balas de destrucción deberán volar para que las prohíba para siempre?...
Ya sé, ya sé que usted es un especialista en volver la cabeza cuando algo no le gusta, mientras otras personas se empeñan en alzarla para poder ver el cielo, pero, ¿sabe?, todo, absolutamente todo, es un soplo más en el viento:


 Pero casi está amaneciendo y pronto estaré de nuevo contigo, mi amado, a pesar de que mis ojos se están cerrando, aún así me mantendré despierta hasta que tus brazos me acunen y el único sol que me ilumine sea la luz de tu pasión, pues en este mundo de oscuridad y miedo, sólo tengo la esperanza del amanecer de tu amor:



Sin embargo, creo que debe haber algún modo de salir de esto… Hay demasiada confusión, cariño, y no encuentro alivio alguno, porque los hombres de negocios se han convertido en ladrones que me roban tu vino, y los ladrones se enmascaran de líderes ideológicos que mancillan mi tierra pisoteando mis flores… ¿Acaso la vida sólo es una broma?:


 Por eso digo que ha llegado la temporada de amar, pues la fruta ya ha madurado y podemos alcanzarla simplemente con las manos. Es el tiempo de la tierra prometida, esa que sólo se ve en los ojos. Es todo lo que necesitamos para vivir, es nuestra única riqueza y esa no pierde valor en los bancos:



Recuerda, mi amor, cuando éramos todavía niños y brillabas como el sol… ahora simplemente es un diamante loco y en tus ojos hay una mirada oscura como los agujeros del cielo porque, en el camino entre aquel momento y este presente indefinido, quedaste atrapado en un fuego cruzado que convirtió la brisa en acero… Y es que todos perseguimos los secretos demasiado pronto y las risas se volvieron lejanas, lejanas… porque nosotros debemos continuar capturando las sombras que la luna nos dibuja:



 Y los días monótonos se suceden, se desperdician, se consumen de un modo indecoroso vagando por el tiempo como si no hubiese esperanza, esperando a que alguien nos indique por donde volver al camino. Asesinamos el tiempo como si nuestra vida fuera eterna y dormitamos bajo el sol o simplemente somos espectadores de la lluvia, sin embargo, cuando dejemos de ser jóvenes nos encontraremos perdidos por las calles de una ciudad desconocida y nadie, nadie, podrá decirnos cómo llegar a la salida a tiempo de escuchar el disparo… Y corremos, corremos, ¡corremos detrás del sol!... y nunca lo alcanzamos. Y lo único que nos mata es el tiempo, él nos conduce hacia la eterna oscuridad:



Hoy salí a pasear por las calles de mi pueblo. Nevaba y los blandos copos se iban amontonando como los deseos viejos. Al llegar ante la puerta de la iglesia recordé que todavía sabía aquellas antiguas oraciones que mi madre me enseñó, pero los árboles de la plaza estaban desnudos y el cielo se veía gris y entonces supe que Dios no se encontraba allí dentro sino que en aquellos momentos estaba demasiado ocupado en compaginar la vida con la muerte para que todo continuase igual que el primer día:





Porque cuando la verdad se transforma en mentira y la alegría languidece dentro de ti, debes buscar a quien amar… Porque cuando las flores están marchitas y el único color que aparece en tu mente se parece al de la sangre seca, debes buscar a quien amar… Porque cuando te preguntas dónde estás y aquellos que fueron tus amigos evitan ver resbalar tus lágrimas. Es el momento de buscar a quién amar…



Ya sabes que nosotros no nacimos con cucharas de plata en nuestras manos y nuestras casas son como peceras de cristal cuando llegan los de hacienda, no como aquellos que montan mercadillos y venden sus vergüenzas al mejor postor, y, sin embargo, cuando preguntamos cuánto es lo que esperan de nosotros, siempre responden: “más, más, mucho más”… Ya sabes que nosotros no fuimos unos niños afortunados:



Y esa gente quiere cambiarnos al revés, les molesta todo lo que hacemos, incluso que pensemos porque ellos todo lo miran desde su mundo frío y calculador de beneficios… Tal vez es preferible morir antes de ser tan viejos… No les interesa detenerse y llegar a comprender pues temen verse tal cual son:




Todos caminamos sin rumbo por un desierto amplio y sin horizontes, pero si nuestros ojos no se dejan engañar por el brillo de la luz, veremos que hay plantas, aves, arena, rocas, colinas y un cielo sin nubes… Todos somos como ese caballo sin nombre que busca donde abrevar su sed y lavar su sudor para seguir galopando hacia el futuro:



Pero tal vez deberíamos aprender a ser mucho más sencillos, a disfrutar aquello que tenemos y a no preocuparnos por quienes no se preocupan por nosotros, como aquel hombre que vivía en mi ciudad que nos contaba su vida de marinero, allá en el país de los submarinos, y que un buen día zarpó dirección al sol hasta encontrar el verde mar y, desde entonces vive en su submarino amarillo, y todo lo que quiere está con él, porque la vida es fácil y tiene todo cuanto necesita: el cielo azul, el verde mar y su submarino amarillo donde poder ser feliz:







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