MIS AMIGOS LOS LIBROS: La gran marcha, de E.L. Doctorow, por Ancrugon
"El
historiador da cuenta de los hechos,
el
novelista llega al fondo de los sentimientos"
Doctorow
Si nos detenemos a buscar actividades
puramente humanas no podemos extrañarnos que una de las más comunes y
características sea su afición a las guerras, hasta tal punto, que no solamente
se conforman con buscarles justificaciones, muchas veces bastante dudosas o
poco creíbles, sino que incluso se las llega a revestir de una dignidad, de un
romanticismo y de una solemnidad de los que, realmente, carecen. Sin embargo,
lo innegable es que la historia de cualquier pueblo o raza acampada sobre la
corteza terrestre resulta ser una interminable sucesión de estos hechos bélicos
que han forjado fronteras, trazado heridas y modelado personalismos, odios y
diferencias.
“La
gran marcha”
es una novela de ficción basada en uno de estos hechos históricos,
concretamente en los ocurridos entre finales de 1864 y principios de 1865 en
los Estados Unidos de América dentro de lo que se dio a llamar la “Guerra de Secesión”
entre los estados unionistas del Norte y los Confederados del Sur. Publicada en
2005 por E.L. Doctorow, narra la incursión del inmenso ejército de sesenta mil
hombres a las órdenes del General William Tecumseh Sherman a través del corazón
de los estados sureños: Georgia, Carolina del Sur y Carolina del Norte, como un
monstruo gigantesco con vida propia: “Imagine
un gran cuerpo segmentado que se mueve con contracciones y dilataciones a un
ritmo de veinte o veinticinco kilómetros al día, una criatura de treinta mil
metros. Es tubular y extiende sus tentáculos por las carreteras y los puentes
que recorre. Envía a sus hombres a caballo como antenas. Lo consume todo a su
paso. Es un organismo inmenso, este ejército, con un cerebro pequeño”. Un
enorme río que se lo tragaba todo y cuyos miembros tenían la orden de vivir de
la rapiña de las ciudades y pueblos capturados por lo que los terroríficos
efectos de su paso fueron una gran cicatriz de sesenta millas de caos, saqueos,
robos, incendios, muertes y toda clase atropellos y una inmensa multitud de
esclavos liberados, blancos simpatizantes de la Unión y refugiados que no
tenían dónde ir por lo que seguían a las tropas para vivir a expensas de ellas,
con lo que la normalidad tendía a desaparecer y era suplantada por la lógica de
la supervivencia. Como ejemplo veamos un fragmento sobre el teniente Clarke: “No tuvo más remedio que permitir a los
negros encontrar hueco para ellos y sus pertenencias en los carromatos,
sentados entre los expolios o junto a los cocheros. Habían conseguido una carreta
tirada por un poni para la anciana abuela. Su alborozo entristeció a Clarke. No
eran aptos para el reclutamiento. Eran un estorbo. No podían proporcionarles
alimento ni cobijo. Cerca de un millar de negros seguían ya al ejército. Habría
que mandarlos de vuelta, pero ¿adónde? No dejamos a nuestro paso un nuevo
gobierno civil. Quemamos los campos y seguimos adelante”.
E.L. Doctorow, autor de “Ragtime”, “Ciudad de Dios” y “El libro
de Daniel” nos ha dado una obra magistral con un enorme elenco de
inolvidables personajes tanto veraces como ficticios: blancos y negros,
hombres, mujeres y niños, rebeldes o unionistas, militares o civiles,
abolicionistas y esclavistas. En el centro están el General Sherman, una
hermosa chica liberta llamada Perla; un cirujano del regimiento de la Unión, el
Coronel Sartorius; Emily Thompson, la desposeída hija de un juez del Sur; y
Arly y Will, dos soldados inadaptados, entre otros menores, y aunque la novela
parece girar alrededor del General Sherman, en realidad no existe ningún
personajes principal claramente definido, sino que Doctorow nos va contando los
diferentes sucesos por medio de este grupo de diversos seres cuyas existencias
tienen en común la tragedia, la violencia y el trauma de la guerra.
El General Sherman es un hombre de
personalidad inestable, pero de gran genio estratégico que anhela lograr el
sentido romántico de la guerra, aunque jamás lo encuentra, y que odia toda la
burocracia y el resto de implicaciones político-económicas que ella conlleva.
Idolatrado por sus hombres, es una persona bastante carismática y siempre intenta
infundirles el ánimo de un futuro mejor. Él sufre como cualquier otro hombre,
se compadece de la sordidez que va dejando a su paso, pero en el fondo también
tiene claro que su destino es aparecer en los futuros libros de historia, por
lo que también se refleja en él la vanidad. Pearl, por su parte, es una
jovencita esclava de piel blanca, guapa y atractiva quien lucha entre la duda
de seguir con los esclavos emancipados o unirse a los blancos y buscarse unos
nuevos horizontes de posibilidades, se une al ejército, primero haciéndose pasar
por un niño y llegando a ocuparse como tamborilero y posteriormente como
enfermera a las órdenes del doctor Sartorius. Éste, el Coronel Sartorius, es un
cirujano de campo, frío, brillante y aparentemente insensible a los horrores de
la guerra debido a su proximidad estrecha y frecuente con la sierra quirúrgica
que lleva con él por todas partes, formado en Alemania experimenta con nuevas
técnicas en sus pacientes y llega a estar totalmente consumido por su trabajo,
dejándole poco tiempo para los lamentos, el dolor o el amor. Emily Thompson es
una aristócrata desplazada del sur que se convierte en la ayudante y amante sin
pasión del Coronel Sartorius. Y Arly y Will son dos soldados confederados que se
pasan circunstancialmente al ejércitos de la Unión para salvar el pellejo, dos
seres sin escrúpulos que van buscándose las soluciones tal como vienen, aunque
para ello tengan que robar en iglesias para pagarse algún desahogo en los
burdeles, o suplantar la personalidad de personas muertas.
En la novela no se van detallando los
movimientos de tropas ni las situaciones colectivas, sino que cada suceso surge
del mismo desarrollo de la narración, aportando a la misma movilidad y una
integración natural de las reflexiones y los diálogos. Con una unidad narrativa
casi hipnótica, “La gran marcha”
procesa las innumerables vidas envueltas en la violencia de un país en guerra
consigo mismo. Esta novela, en manos de E. L. Doctorow, se convierte en algo
más que un mundo flotante, una conciencia nómada y una lectura inolvidable en
la que el lector experimenta con sus conceptos y sus creencias llegándose a interrogar
sobre la verdadera importancia de muchos conceptos relevantes para nuestros
tiempos. Todos los ecos morales que de ella se derivan son expuestos con una
sutil delicadeza y sin anacronismos, ya que surgen de los mismos pensamientos
de los personajes y no son adoctrinados por el autor. Así mismo, Doctorow evita
las convenciones de una narración lineal y episódica, utilizando protagonistas,
aparte de los anteriormente mencionados, que simplemente aparecen en una o dos
escenas, pero que contribuyen a una imagen global de la guerra y su
significado, puesto que el propósito de Doctorow es reproducir el caos y la
crueldad de las batallas y este efecto lo consigue con la constante
contraposición de los diferentes sentimientos, pensamientos, miedos y sueños,
sólo para morir unas páginas más adelante, o,
incluso, la exposición de esas vidas vacías para quienes la guerra les
llenaba de sentido y significado y se
sienten algo tristes cuando ella finaliza…
Según el propio autor, lo que le motivo a
escribir “La gran Marcha” fue una
fotografía: “Había leído acerca de
nuestra guerra civil, por supuesto, hace años, las memorias de Sherman, entre
otras cosas. Pero el catalizador de la novela fue una foto en la que se ve al
general Sherman reunido con su Estado Mayor delante de una tienda de campaña.
Cuando escribo, mi posición es idéntica a la del lector, que no sabe adónde lo
va a llevar el texto.” Y afirma que el personaje central de su novela es la
gran marcha en sí: “Quería imprimir al
libro una sensación de movimiento. Es una novela de carretera. La guerra es una
situación en extremo volátil, la gente irrumpe bruscamente, ocupa el centro de
manera fugaz y desaparece. Los personajes mueren e inmediatamente surgen otros
que ocupan su lugar. Mi novela es como un gran angular, un ojo que lo abarca todo,
al que nada se le escapa; la voz narrativa impone una cierta distancia desde la
que es posible abarcar una gran panorámica. El lector contempla simultáneamente
múltiples aspectos de un paisaje muy vasto.” Y opina que la guerra no es la
solución puesto que muchas veces con la derrota no se acaba con el problema,
sino que es el germen de otro futuro: “Cuando
la victoria es contundente, el derrotado adquiere un poder invisible y secreto.
Los términos de la derrota después de la Primera Guerra Mundial fueron tan
humillantes para los alemanes que años después les llevó a aceptar a Hitler. El
final de la Primera Guerra Mundial contenía en germen la segunda. Y en Irak
está sucediendo exactamente lo mismo hoy día. Nos plantamos allí y los borramos
de un plumazo, y ahora está toda la resistencia, que es un movimiento animado
por un sentimiento de orden nacionalista. ¿Qué hemos conseguido? Nada,
absolutamente nada, salvo dejar el país sembrado de cadáveres.”
“La
gran marcha” es
una novela de fácil lectura y en la que el lector se implica con rapidez, pero
sin el maniqueísmo típico de elegir un bando u otro, porque llega a tener una
cierta complicidad con cada uno de los personajes al entrar en sus propias
mentes. Esta novela fue distinguida con el Premio Internacional de Novela
Histórica Ciudad de Zaragoza 2007.
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