PERSONAJES DE PAPEL: Historia del cómic: Roma, por Fe.Li.Pe.


Siguiendo con el paseo por la historia sobre el arte de contar sucesos, sueños, acciones, pensamientos, quimeras y otros conceptos similares por medio de representaciones gráficas, nuestros pasos nos han llevado hasta el la magnificencia del Imperio Romano, aquel que surgió de la ilusión de un grupo de rudos campesinos y ganaderos de las colinas del Lazio y que llevó a sus descendientes al control de la mayor parte del mundo conocido en su época.
Se suele decir que si bien Roma conquistó a Grecia por las armas, los griegos conquistaron a los romanos con su cultura y un claro ejemplo de ello lo tenemos en lo referente a la pintura, pues los latinos admiraban el arte de los helenos e importaban sus artistas con la intención de que trabajasen para ellos copiando las obras más famosas de la Hélade para cubrir las paredes de sus mansiones y los muros de sus palacios y templos. Ni que decir tiene que, tras tantos siglos de dominio, ese arte original fue transformándose y evolucionando hacia una personalidad diferente y definida: el arte romano.


Los romanos desarrollaron bastante la pintura sobre tablas, lo que se correspondería a los lienzos actuales, sin embargo los restos más numerosos que han llegado hasta nuestros días son los de tipo mural, como frescos, temple o encausto, los cuales eran cubiertos con una capa de cera para protegerlos que les daba un colorido más vivo y brillante.
Antes de seguir adelante, convendría explicar cada una de estas técnicas para que todos tuviésemos las ideas más claras:
La encáustica es una técnica de pintura que usa la cera como aglutinante de los pigmentos, es densa, cremosa y cubre perfectamente las pequeñas imperfecciones de la pared o la madera, aplicándose con un pincel o con una espátula caliente y acabándose con un pulido consistente en extender una capa de cera caliente con trapos de lino que sirve de protección, lo que se denomina encaustización.
Por el contrario, en la técnica llamada al temple, o témpera, como disolvente del pigmento se utiliza el agua y como aglutinante puede utilizarse la glicerina, el huevo, la caseína, cualquier tipo de grasa animal u otras materias orgánicas, incluso goma. Aunque comenzó a usarse en este periodo, se le considera un método característico de la Edad Media.
Finalmente, el fresco consiste en una pintura llevada a cabo sobre una superficie cubierta con dos capas de mortero de cal, siendo la primera, “arricio”, de mayor espesor y compuesta de cal apagada, arena y agua, y la segunda, “intonaco”, más fina y compuesta de polvo de mármol, cal apagada y agua. Sobre esta superficie se van aplicando los pigmentos por “giornatas”, jornadas de ocho horas ya que la cal se seca rápidamente y ya no admite más pigmentaciones.


Los géneros eran de lo más variado utilizando diferentes soportes para cada uno de ellos, por ejemplo, era muy común de las vasijas y los muros el género decorativo y, en cambio, el histórico o el mitológico lo era de los cuadros murales, siendo bastante frecuente que el paisaje, el retrato, la caricatura y los cuadros de costumbres, aparecieran sobre tablas, así como las imágenes fantásticas eran habituales en locales públicos, tal que termas u otros lugares de ocio.
Generalmente se distinguen cuatro estilos pictóricos de la época romana, llamados Pompeyanos por aparecer todos en las ruinas de aquella ciudad, los cuales se siguen cronológicamente aunque puedan haber coincidido en el tiempo:
Desde el siglo II a.C. hasta principios del siglo I a.C. se extendió el estilo de incrustaciones que tiene su origen, como es de suponer, en el arte griego, siendo lo más destacable en él la división de las paredes decoradas en tres bandas horizontales: el zócalo, o banda inferior; la parte media, compuesta por diversas capas de mármol, y el friso superior.


Desde el siglo I a.C. hasta el comienzo del Imperio aparece una cierta idea de perspectiva buscando profundidad, incluyendo para ello representaciones arquitectónicas en las pinturas junto con imágenes de la naturaleza que daban al conjunto un cierto aire de fantasía o de paisaje imaginario, por lo que a este estilo se le denomina arquitectónico.
Durante la primera mitad del siglo I a.C. aparece el estilo ornamental o de pared real, en el que desaparece todo lo arquitectónico así como cualquier atisbo de perspectiva y se vuelve a las figuras y paisajes con gran profusión de ornamentes decorativos.
Y correspondiendo a la segunda mitad del siglo I a.C. está el estilo del iluminismo arquitectónico donde se combinan los estilos anteriores en representaciones fantásticas y bastante recargadas, incluso contienen relieves hechos con estuco.
En Roma, además de la pintura, destacó el arte de los mosaicos, que se utilizaba sobre todo en los suelos o en cuadros colgantes para decorar las paredes, no siendo usados en los muros hasta la época bizantina. En ellos se representaron imágenes de lo más variadas, tanto de la vida cotidiana, como de la historia o la mitología.
Y no debemos olvidarnos que ya en Roma comenzaron a utilizarse las miniaturas dibujadas en pergaminos, precedentes de las que veremos cuando hablemos de la Edad Media. Éstas estuvieron muy de moda en la época de Augusto, aunque los únicos ejemplares conservados son posteriores al siglo III d.C.

Dejando la pintura podemos adentrarnos por los caminos de otra técnica representativa encasillada en la escultura, pero que también podría entrar en nuestro campo de interés, me refiero a los relieves. En Roma tuvieron bastante importancia y los relieves arquitectónicos aparecen en los altares, columnas conmemorativas, arcos triunfales, etc. En ellos se cuentan diversos hechos y se plasman para la posteridad instantes importantes para la historia de Roma, como, por ejemplo, la Columna de Trajano, concluida en el año 114, de una altura de 30 metros y recorrida por un bajorrelieve en espiral donde se celebran las victorias de ese emperador frente a los dacios y que, según consta en su inscripción, su finalidad era la de señalar la altura de la colina desplazada para albergar el foro, además de albergar las cenizas de Trajano y conmemorar la conquista de Dacia.


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