PALABRAS DE MALA PRENSA: Amor y equilibrio, por María Elena Picó Cruzans – Abril 2013
El Tercer
Orden del Amor es el Equilibrio. Y nos conecta con el flujo de energía.
“Jacob salió de Berseba con dirección a
Jarán. Llegó a cierto lugar y se dispuso a pasar allí la noche, porque el sol
ya se había puesto. Tomó una piedra, la puso por cabecera y se acostó.
Tuvo
un sueño. Veía una escalera que, apoyándose en la tierra, tocaba con su cima el
cielo, y por la que subían y bajaban los ángeles del Señor”
Génesis,
28, 10-12
La
energía es concebida por la física como una magnitud abstracta que está ligada
al estado dinámico de un sistema. Ha sido la protagonista a lo largo de la
historia de elucubraciones, discusiones y afrentas y la causante directa o
indirectamente de la muerte en la hoguera.
La
energía es quizá la entidad que mejor aúna las paradójicas fuerzas vitales de
lo diestro y lo siniestro; usada como harina y aceite de todos los pasteles
científicos y religiosos. Quizá porque energía no hay más que una (cosa que
puede afirmarse de una madre, pero no de cualquier dios) podemos acercarnos a
la que se mueve en las Constelaciones Familiares observando por la ventana que
nos brinda la física.
(…)
¿Por qué he de desear ver a Dios mejor de
lo que ahora le veo?
Veo algo de Dios cada una de las horas del
día, y cada minuto que
contiene esas horas,
en el rostro de los hombres y mujeres, en
mi rostro que refleja el espejo,
veo a Dios,
encuentro cartas de Dios por las calles,
todas ella firmadas con su nombre,
y las dejo en su sitio, pues sé que donde
vaya
llegarán otras cartas con igual
prontitud.”
Hojas de
hierba, Walt Whitman
Rescatar
el principio del equilibrio en el amor no es posible sin volver nuestra mirada
a la energía que nos circunda y nos conforma. Mi amigo y compañero Manolo
Hernández suele ayudarme en la tarea de situarme en los contenidos de la física
y la química. Sin ellos no podría entenderse el amor; aunque sin amor… ¿para
qué querríamos la física y la química?
Yo recuerdo
habitualmente el principio físico de “conservación de la energía” que afirma
que la energía total de un sistema aislado se conserva. Por tanto, en el
universo no puede existir creación o desaparición de energía. Suelo aplicar
este principio para preguntarme en momentos de “baja energía”, ¿dónde he dejado
olvidada, ocupada o preocupada el resto?
Sin
embargo, cuando hablo con Manolo me recuerda que éste no es más (ni menos) que
un principio teórico, y que es prácticamente imposible que existan sistemas
aislados. No es que el planteamiento sea falso; sólo es que aún falta un nudo y
un desenlace. Y estos los llevan a cabo en física los “rozamientos”. La energía
puede transmitirse de unos cuerpos o sistemas materiales a otros. Y puede
transformarse.
En fin,
la física dice que la energía se transfiere entre los cuerpos o sistemas, y la
psicología dice que la energía se conduce o se comporta. En ambas lo hace
mediante interacciones que siempre provocan cambios y que, en ocasiones,
también permiten transformaciones. La física habla de “trabajo” y de “calor”:
“trabajo” cuando la interacción es de
tipo mecánico, es decir, mediante la actuación de una fuerza; “calor” cuando
interaccionan dos cuerpos o sistemas que se encuentran a distintas temperaturas.
Las grandes energías arquetípicas la
física las engloba en renovables: Helio, Eolo y Poseidón, y energías no
renovables: Gea.
En las
Constelaciones Familiares a este flujo de energía podemos llamarlo “Vida” o
“Amor”. Al igual que para la física esta energía es una magnitud abstracta que
está ligada al estado dinámico de un sistema cerrado y que permanece invariable
con el tiempo.
Resaltamos,
por tanto, el aspecto dinámico, que procede de un intercambio bidireccional:
DAR Y TOMAR.
En las Constelaciones Familiares esta
energía se comporta en dos direcciones: una la marca el horizonte y son las
relaciones que se dan entre iguales: pareja, amigos y hermanos mayores de edad;
la otra viene dada por la verticalidad del ciprés y son las que se dan entre
padres e hijos.
En última instancia, todo cuerpo o
sistema posee (o es poseído por) energía.
Las
relaciones desiguales son las que se dan verticalmente.
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Gerardo Diego
Entre desiguales, el equilibrio
consiste en que los grandes, que son los que llegaron antes y mantienen
prioridad en el orden de jerarquía, son los que dan. Los pequeños, que llegaron
después, son los que toman.
El
desorden o desequilibrio se puede producir en dos movimientos: uno consiste en
no TOMAR de los padres; otro, en querer DAR a los padres lo que no corresponde.
El
primero que consiste en no TOMAR puede ser una consecuencia directa del
desorden del Segundo Orden del Amor: no se tiene en cuenta el orden de la
Jerarquía: “Tú eres el grande; yo el
pequeño”. Desde una mirada de arrogante juicio el hijo se sitúa como juez
de sus padres y se considera mejor o superior (en inteligencia, en fuerza, en
entereza…), y cree que sabe y puede hacerlo mejor que ellos. En estos casos,
para volver al equilibrio es necesaria una actitud de humildad, que no es otra
cosa que una combinación alquímica entre amor y respeto: “Tú eres el grande, yo el pequeño”, “Te devuelvo lo que es tuyo” (incluido
el dolor, la incertidumbre, el error, la apatía, la confusión… tu destino,
incluida la muerte), “Yo no sé mejor que
tú”…
También
puede no TOMAR porque considere excesivo lo que recibe, y se cree en la
obligación de retornar lo recibido o porque considera excesivo el precio que
sus progenitores tuvieron que pagar por su supervivencia. En estos casos para
retornar al equilibrio es necesaria una actitud de agradecimiento: “Tomo lo que me das con amor y hago con ello
lo mejor que pueda”.
Esto no
quiere decir que un hijo no pueda dar a sus padres, ni mucho menos. Significa
que el equilibrio se mantiene si el amor del hijo al padre pasa primero por el
tomar, con actitud de humildad y agradecimiento y no como compensación.
La
expulsión del Paraíso, de Franz von Stuck
Sin duda
este “amor respetuoso” se lleva a cabo con la superación del “amor ciego”, que
es la consecuencia de querer seguir viviendo en la inocencia, sin ser
expulsados del Paraíso.
El segundo movimiento de desorden
consiste en querer DAR o hacer a los padres lo que no le corresponde desde su
posición de hijo. Esta también es una forma desordenada de compensación: hacer
por ellos algo que otros no hicieron; solidarizarse con su destino asumiéndolo
como propio; compensar a uno de los progenitores por lo que no recibe del otro…
Y de esta manera se asumen implicaciones sistémicas que nos llevan a asumir
destinos que no son los nuestros. Lo hacemos por “amor”…”ciego”.
Idilio
en el mar, de Sorolla
Estos desórdenes los vemos fácilmente
en las enormes alarmas que representan nuestros niños. Hasta que constituyen su
propio sistema, forman parte del sistema de sus padres y delatan con sus
síntomas todo lo que sucede en ellos: todos nuestros haberes y todas nuestras
carencias.
¿De dónde procede el tan renombrado
“fracaso escolar”? ¿Cómo es posible que algo que se considera una
protomotivación, como es el instinto de aprendizaje, sea desechado por un niño?
No es de fácil resolución el tema de la
vida humana, y las Constelaciones Familiares no tienen una varita mágica. No
obstante, quizá deberíamos profundizar un poco más en los órdenes y desórdenes
del Amor para ver lo que se puede dar y tomar. Nadie como nuestros niños, y no
olvidemos que todos llevamos dentro uno, conoce la lucha interna entre la
pertenencia y la autonomía: el deseo de pertenecer que nos lleva a permanecer y
la necesidad de individuación que nos lleva a proceder. Dice María Colodrón que
no podemos tomar de nadie aquello que aún esperamos recibir de nuestros padres.
En el caso de los niños añadiríamos que no podemos tomar de nadie aquello de lo
que no nos sentimos merecedores o de lo que nuestros padres tampoco tomaron
porque no les fue dado o porque tampoco sintieron merecerlo. Esta actitud es
muy común sobre todo en los niños emigrantes cuyos padres han realizado un gran
sacrificio en beneficio de sus hijos, y en aquellos niños oriundos cuyos padres
tienen un especial interés en que sus hijos no se parezcan a ellos dándoles lo
que sus propios padres no les dieron.
A todos nos gusta dar a nuestros hijos
lo mejor que tenemos. Sin embargo no podemos olvidar que no podemos dar lo
mejor de lo que nos gustaría tener.
El movimiento hacia el equilibrio es el
que se produce cuando TOMAMOS y renunciamos a lo que no nos dieron. Y respecto
a esta actitud de tomar quiero citar unas palabras del propio Bert Hellinger
que aparecen en el libro Felicidad dual:
Pregunta: ¿Y si ya no hay mucho que pueda
tomar?
Bert Hellinger: Lo que aquí aún queda por
tomar no viene de los padres reales, todo lo que estos dieron ya está dado. Lo
único que queda por hacer es darle a lo recibido un lugar en el alma.
Las relaciones entre iguales son las
que se dan horizontalmente.
El
Beso, de Klimt
(…)
No te quiero a ti sola: te quiero en tu
ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá
mañana.
Porque la especie humana me han dado por
herencia,
la familia del hijo será la especie
humana.
Con el amor a cuestas, dormidos y
despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros
muertos,
se besan los primeros pobladores del
mundo”.
“Hijo de la luz y de la sombra”,
Miguel Hernández
Entre iguales la energía entre DAR y
TOMAR debe equipararse. El desorden consiste en no participar en alguna de
estas dos actitudes.
En las relaciones de pareja es donde se
hace muy evidente el orden o el desorden de esta energía.
Las Constelaciones Familiares tienen
mucho que aportar a las relaciones de pareja. Y es un tema muy extenso.
Quisiera hacer referencia a una entrevista a Joan Garriga en la revista Conciencia sin fronteras en la que le
preguntan sobre la “función” de la pareja. Contesta así:
Desarrollar el amor junto a la
persona con la que caminamos en alguna dirección, a veces con tristeza, a veces
con dificultad, a veces con alegría… y también dar la vida; es instintivo que
personas de distinto sexo traten de aparearse, es el impulso de la vida. Como
mamíferos y gregarios que somos, poco a poco vamos creando un vínculo que nos
es muy necesario, que aligera el camino y nos hace sentirnos menos incompletos.
Y ayuda. Pero esto no da la felicidad… por lo menos no en un sentido maduro,
real y desarrollado. Yo creo que la felicidad sólo la da la asunción profunda
de que la realidad es buena tal y como es, que lo que vivimos es correcto, es
decir, una actitud concordante con los hechos tal y como son… Creamos una
alianza con la vida tal como es… que nada tiene que ver con la resignación y el
conformismo y esto nos apoya y fortalece. De esta manera, se diría que uno
puede ser feliz aunque, por ejemplo, lo que hace y siente la pareja no
concuerde con lo que uno desearía que hiciera o sintiera, o aunque surjan
graves problemas o situaciones complicadas. Pero esto sólo se consigue sin
oposición al otro, desde el profundo respeto, porque, a veces, el camino de la
otra persona se encamina en una dirección distinta a lo que uno esperaría.
Algunas filosofías orientales hablan de la felicidad no dependiente del rumbo
de las situaciones, una felicidad des identificada del flujo cambiante de los
pensamientos, las emociones y los hechos. En general, la pareja no da la
felicidad, especialmente cuando se la espera en demasía y, de hecho, cuando uno
toma una pareja y se postula como compañero, marido, esposa, etc…no sólo se
hace candidato a un cierto tipo de felicidad sino que también se hace candidato
al sufrimiento y al dolor, se arriesga a crear una serie de proyectos y
vínculos que en algún momento se van a perder. Porque en la vida todo se pierde
y el gran aprendizaje es despedirnos con alegría de lo que la vida nos quita,
como decía San Agustín. Aprender a perder y a soltar es un aprendizaje doloroso
para todos. Los vínculos alegran y duelen y ambas cosas pueden tener lugar.
En las relaciones horizontales es donde
las Constelaciones Familiares ofrecen las actitudes más chocantes con nuestra
visión social: la función de la pareja no tiene por qué ser la de dar
felicidad; de mi pareja tomo todo lo que viene consigo: su cultura, su
familia…; el amor de la pareja está por encima y funciona como sustento del
amor a los hijos; en la pareja los roles de víctima y perpetrador se
intercambian y ambos contribuyen a un desenlace trágico; un requisito para el
equilibrio en la pareja es que la mujer haya tomado a su madre y el hombre haya
tomado a su padre; las parejas deben integrar las anteriores relaciones dando
un lugar en el corazón a los hechos y a las personas; etc.
Dice la física que los cuerpos que se
mueven en línea recta (vertical u horizontalmente) tienden a pararse, debido al
rozamiento. Sólo los que se mueven circularmente mantienen constante su
energía. Para el pensamiento mitológico sólo los cielos y los dioses poseen
esta cualidad de movimiento circular. Y en este pensamiento se apoyó la
religión cristiana para fundamentar la naturaleza divina, que Galileo Galilei
puso en entredicho cuando postuló la necesidad o no de una mano demiúrgica.
Si queremos rescatar el Amor y el
Equilibrio debemos tener en cuenta que existen energías que se mueven
verticalmente y otras que lo hacen en horizontal; ambas están tocadas por
fuerzas de “rozamiento” que pueden provocar “calor”, y ambas pueden llegar a
pararse en un momento dado si el rozamiento es mayor. Cuando esto ocurre el
equilibrio tiende a restituirse conectando con las energías que circulan en un
movimiento más similar a una espiral que a un círculo.
(…)
Amor, tu
bóveda arriba
y yo
abajo siempre, amor,
sin otra
luz que estas ansias,
sin otra
iluminación.
Mírame
aquí encadenado,
escupido,
sin calor,
a los
pies de la tiniebla
más
súbita, más feroz,
comiendo
pan y cuchillo
como buen
trabajador.
Y a veces
cuchillo solo.
Sólo por
amor.
(…)
“Beso soy, sombra con sombra”,
Miguel
Hernández
“No dejes
que termine el día sin haber crecido un poco”.
“No te
detengas”, Walt Whitman
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